Aventura en El Valle del Encanto
Autor. Ernesto Panamá
Autor. David Ernesto Panamá Sandoval
Smashwords Edition
808.543
p187a Panamá Sandoval, David Ernesto 1950
El Valle del Encanto/David Ernesto Panamá Sandoval;
slv il. Aleph Sánchez, David Ernesto Panamá Sandoval.
1a. ed. – San Salvador, El Salvador.: [s.n.], 2006
Edición Digital Smashwords Edition 2009
44 p.: il.; 21 – (varia según formato)
ISBN 978-99923-78-87-8 (digital)
Cuentos Infantiles. 2. Literatura infantil. 3 Narrativa Salvadoreña.
I Titulo
Derechos de autor: 29-2006®
Mail. [email protected]
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INDICE
El Valle del Encanto
Lo Inesperado
El Rapto
Los Preparativos
La Montaña de la Medianoche
Arribando a La Mansión Gris
En presencia de Grifo
Los aposentos
La Fuga
La Batalla Final
Epílogo
El Valle del Encanto
En un lugar tranquilo y de natural hermosura, se encuentra el Valle del Encanto, donde Pepito, Pelota y Pelotilla viven.
Se encuentra el poblado medio de una grande y hermosa arboleda.
En el extremo norte una llamativa y amplia casa de troncos de madera se destaca. Allí reciben su entrenamiento, y educación: Pepito, Pelota y Pelotilla.
Kyoto, de origen japonés, es el nombre de la maestra que tiene a su cargo la educación de los jóvenes. Ella es alta, de esbelta figura, ojos y cabellos negros, nariz y boca finas.
Desde temprano por la mañana, Kyoto dirige las actividades de los jóvenes. Estas se inician con la preparación física; luego toman cuatro horas de estudio. Por la tarde, se realizan investigaciones sobre diversos temas que comprenden: religión, ciencia, historia, mitos, magia, esoterismo y más.
Antes de caer la tarde, se practica al aire libre, alpinismo, equitación, o se da mantenimiento a la casa. Luego, disfrutan de la cena, tiempo durante el cual se discuten y recuerdan las actividades del día. Posteriormente cada uno se dedica a la lectura de sus temas favoritos.
Así viven un día normal Pepito, Pelota y Pelotilla, preparándose para enfrentar los retos del futuro.
Lo Inesperado
Pero no todos los días eran iguales, de vez en cuando, todo cambiaba.
Esa tarde, cuando el sol recién se ocultaba tras las enormes montañas, que servían de fondo al Valle del Encanto, y la noche avanzaba sobre el pequeño poblado. Y los habitantes se cobijaban bajo sus techos, encendían el fuego en las chimeneas y se disponían a cenar con sus familiares. La tensión en el ambiente, creció.
Kyoto sentada en su sillón favorito, se sobresaltó.
Pepito lo notó y preguntó.
—¿Qué sucede?
—No estoy segura. ¡Pero algo malo va a ocurrir!
Fue en ese instante que el silencio de la noche llegó a su fin… De pronto, ráfagas furiosas de viento, aleteos y graznidos de lo que parecía una bandada de aves gigantes, terminó con la reinante tranquilidad.
Pelota y Pelotilla, leían y no se percataron de lo que ocurría. Pelotilla se levantó de su asiento y leyendo se dirigió a la cocina en busca de un vaso con agua. Su mirada cruzó la sala y notó a Kyoto inquieta, pensó preguntar, pero…
Pelota de un salto se incorporó y quedó atento.
Por todo el pueblo, se escuchó el terrible estruendo, que parecía provenir de enormes aves rapaces.
El Rapto
Luego…durante unos segundos un extraño silencio reinó, todos se volvieron a ver… pero el silencio fue interrumpido por lejanos gritos de auxilio. Al instante el pueblo entero, que se disponía a descansar, se transformó en el desorden total.
Pepito, Pelota y Pelotilla, se dirigieron hacia la puerta, y al salir vieron a todos los pobladores correr por la calle principal, señalando al oeste: hacia el cielo.
Pepito pudo apenas ver dibujadas en el horizonte, la silueta de varias aves que se alejaban, las que le parecieron de gran tamaño.
Doña Consuelo gritaba desgarrada del dolor, y su esposo don Nemesio, maldecía agitando sus puños hacia el cielo.
—¡Anabella, se llevan a Anabella!, gritaba doña Consuelo; desatando el pánico, y desesperación entre los pobladores.
—¡Se los dije!, aseveró doña Remedios. ¡Esa gente que se mudó a la Mansión Gris, en el Valle Abandonado, no son buenas!
—¡Si, clamó, don Eusebio! ¡La sola presencia de esa gente me pone la piel de gallina!
El bullicio de la gente disminuía a medida que las aves se perdían en el horizonte y aún se escuchaban los desconsolados lamentos de doña Consuelo.
—¡Mi hija, mi hija, se han llevado a mi hija!
Pepito Pelota y Pelotilla, se acercaron a don Nemesio y sobresaltados preguntaron:
—¿Que sucedió, don Nemesio?
—Anabella, nuestra hija, jugaba en el jardín antes de la cena, a eso de las seis y media, y…
Doña Consuelo interrumpió sollozando.
—¡Salí a la terraza del jardín para llamar a Anabella!, íbamos a cenar; no me contestó y llamé de nuevo pero tampoco respondió. ¡Ya está servida la cena!, dije en tono más fuerte. En ese momento el color del cielo se volvió rojo intenso, un fuerte revoloteo de alas de aves gigantes invadió nuestra casa.
—¡Anabella corrió hacia mí, pero una de las aves se abalanzó sobre ella, la tomó con sus garras de los tirantes de su pantalón y alzó vuelo!, concluyó sollozando desconsolada.
—¿Quiere decir que Anabella fue raptada por las extrañas y grandes aves que pudimos ver?, preguntó, Pelota.
—Si, contestó llorando amargamente doña Consuelo.
—¿Águilas gigantes?, no me parece algo real, dijo Pelotilla.
—Se los dije, repitió doña Remedios, la maldición ha caído sobre nuestro pueblo. Es mejor que nos marchemos, si no queremos que los hijos de otros amigos, sean las próximas víctimas.
—¡Nada de eso!, somos gente pacífica y unida; no nos dejaremos asustar por nadie, interrumpió Pelota.Pepito, en silencio, lo volvió a ver un poco sorprendido. Pelota, no era tan valiente que se dijera; pero estaba muy enojado. Anabella, desde hacía mucho tiempo era una de sus mejores amigas.
—Pelota tiene razón, agregó Pepito. Esto lo resolveremos pronto, debemos rescatar a Anabella antes de que sea demasiado tarde, y sacar del Valle Abandonado a los intrusos.
—¡Si, eso haremos!, dijo Pelotilla. Quien fue coreado por el resto de pobladores.
—Bien dijo Pepito, si queremos rescatar a Anabella debemos partir de inmediato. Quienes deseen acompañarnos, deberán estar en el centro de la plaza dentro de media hora.
—No podemos esperar más, vayamos a preparar lo necesario.
Mientras esto sucedía, Kyoto, se había apartado de la muchedumbre y dirigido a casa de doña Consuelo. La puerta estaba abierta: entró, cruzó la sala y llegó al jardín; un escalofrío recorrió su piel. Con la mirada buscaba alguna pista en el lugar. Sus ojos se detuvieron sobre una pluma de gran tamaño en el jardín, la recogió y colocó dentro de su bolso. Sin encontrar nada más salió de nuevo a la calle.
Todas las personas regresaban a sus casas, al igual que Pepito, Pelota y Pelotilla, mientras Kyoto, los seguía muy de cerca.
Los Preparativos
Recoger sus equipos y partir pronto, era el objetivo de Pepito Pelota y Pelotilla. Dentro de la casa, los tres volvieron sus ojos hacia Kyoto, que entró rápidamente. Esta les mostró la pluma que había encontrado.
—La pluma parece real, pero no lo es, dijo Kyoto.
—¿Entonces, de que se trata?, preguntó Pelota.
—Pareciera que se trata de aves, creadas por alguien.
—¿Robots?, preguntó, Pelotilla.
—Correcto, respondió Kyoto.
—En este caso debemos actuar pronto, la vida de Anabella está en grave peligro, afirmó Pepito.—Tienes razón, dijo Kyoto, pues al llegar al patio donde fue raptada Anabella, tuve un mal presentimiento, la piel se me puso como carne de gallina. Deben partir de inmediato.
—Bien, dijo Pepito, no podemos esperar. Vamos a preparar nuestras cosas y partimos.
—Las mochilas están listas, dijo Kyoto.
—Tu siempre previsora, dijo Pelotilla.
Las mochilas y el contenido eran muy especiales. Habían sido desarrollados con avanzada tecnología y poderes mágicos, para su máxima eficiencia. Había que tomar en cuenta que Pepito, Pelota y Pelotilla, arriesgaban sus vidas en estas aventuras al tratar de rescatar a quiénes corrían peligro.
Pelota, tenía sus problemas, siempre debía dejar algún elemento del equipo, para dar espacio a los chocolates, lo que podría causarle problemas algún día. Por otro lado, Pelotilla siempre estaba desarrollando y probando nuevos inventos y en ocasiones no funcionaban, poniendo en riesgo su vida. Pepito era el más conservador, llevaba únicamente el equipo probado y que era consentido por Kyoto.
Debían siempre ir preparados para sobrevivir por lo menos durante tres días. Esto incluía provisiones para una persona adicional en cada equipo y listos para lo inesperado, esto era lo más difícil. La sorpresa no se podía prever.
Pepito salió de su cuarto y se dirigió a la sala, donde esperó a Pelota y Pelotilla.
Cuando los tres estuvieron reunidos, Pepito dijo:
—Bien, otra aventura nos espera, les deseo lo mejor. Tengan fe en ustedes, que para ello nos hemos preparado.
—Así sea, corearon, Pelota y Pelotilla.
Se despidieron de Kyoto y salieron dirigiéndose a la plaza del pueblo,… no había nadie esperando para acompañarlos.
—Lo sabía, dijo disgustado Pelota.
—Que te molesta, si sabes que siempre será así. Para celebraciones todos están presentes; sin embargo, en las malas nadie desea arriesgar la vida por salvar la de otro. Comentó Pelotilla.
En ese momento, unas sombras se acercaban. Los tres se pusieron en guardia. Pronto aparecieron los papás de Anabella.
—Hijos míos, les traemos unos emparedados para el viaje.
—Gracias, dijo Pepito.
Tomándolos, se despidieron y sin cruzar más palabras, continuaron su marcha.
La Montaña de la Media Noche
En el pueblo se hablaba de extrañas criaturas que habían sido vistas en la montaña, cuyo aspecto era fantasmagórico y ellos debían adentrarse en ella, para luego bajar al Valle Abandonado.
La noche avanzaba a medida que los tres salían del valle y se encaminaban hacia las altas cumbres, que se perdían entre las nubes grises, que apenas dejaban ver la luna.
—¡Esto me da escalofríos!, comentó Pelotilla.
—¡A mi miedo!, agregó Pelota.
Pepito volvió a verlos y continuó la marcha.
Cerca de la medianoche, mientras subían la empinada, montaña, una ráfaga de viento frío los cubrió.
—¡Qué raro este cambio de temperatura!, exclamó Pelotilla.
Sin pensarlo, sacaron de sus mochilas unas delgadas piezas de fibra vinílica las que sacudieron y se transformaron en abrigadas chaquetas.
Eran las 12 ya estaban a mitad del camino, cuando otra fuerte ráfaga de viento frío los cubrió.
Pepito detuvo la marcha y les indicó con una señal, que se prepararan.
Los tres llevaron su mano izquierda a las mochilas, tomaron sus hondas con la derecha, sacaron unas bolas de un extraño material de color naranja fluorescente y las cargaron en las ondas. Detuvieron la marcha y esperaron.
El sonido del viento en la copa de los árboles parecía interminable. Nada se veía en la espesura del bosque.
De pronto, un aullido como de lobos los hizo volver hacia atrás. Instintivamente, los tres giraron las hondas sobre sus cabezas y al hacerlo, llamas salieron de ellas. Así lograron ver entre la densa vegetación, lo que parecían ser cinco pares de ojos de feroces animales, que se aproximaban amenazantes hacia ellos.
—¡Calma!, dijo Pepito.
Los tres sabían que no lanzarían sus bolas de fuego hasta que los que parecían lobos, estuviesen cerca de ellos. Cuando esto sucedió, lanzaron las bolas de fuego. Los lanzamientos fueron certeros: tres lobos fueron alcanzados por las bolas de fuego. Su piel ardió y los aullidos de dolor asustaron al resto de la manada. Todos corrieron por diferentes rumbos.
Los tres esperaron el segundo ataque, pero no ocurrió. Sus corazones latían a gran velocidad.
—¿Qué clase de bestias eran ésas?, preguntó Pelotilla.
—Parecían lobos, contestó Pepito.
Su cara, en efecto era de lobos, pero su cuerpo no, aseveró Pelota.
—Sigamos adelante, dijo Pepito.
La adrenalina, les corría a mil por hora. Varias horas transcurrieron…El camino a medida que subían la montaña se volvía más difícil. El cansancio era tal que Pelota se sentó y se negó a seguir. Pelotilla también se detuvo. Pepito sin darse cuenta, avanzó hasta perderse de vista.
—Estoy muerto, dijo Pelota.
—Yo igual, contestó Pelotilla.
—¿Qué horas son?, preguntó Pelota.
—Falta un cuarto para las cinco, dijo Pelotilla.
—Hemos caminando desde las siete de la noche.
—Si, es duro pero debemos seguir. Espero que Pepito, se de cuenta que nos retrasamos y nos espere más adelante; de lo contrario su vida puede peligrar.
—Y la nuestra también, agregó Pelota.
—Bien sigamos, dijo Pelotilla, poniéndose de pie.
Con dificultad, reanudaron la marcha.
Mientras, Pepito había avanzado considerablemente, sin percatarse de la ausencia de sus compañeros. Alcanzó la cima y desde allí pudo divisar, con el sol saliendo a sus espaldas, la misteriosa mansión que por años había permanecido deshabitada y que ahora era habitada por personajes extraños. Fue hasta ese momento, que notó que sus compañeros no estaban con él.
Sus sentidos se pusieron en total alerta. Su vista se agudizó tratando de no perder detalle a su alrededor. A medida que la luz del nuevo día aumentaba, sus sentidos trataban de descubrir el más extraño y leve sonido.
Pronto cayó en la cuenta, que lo diferente era: que había más silencio que en un amanecer normal. No escuchaba el canto de las aves.
Tomó su cuchillo y se agazapó bajo una saliente rocosa y aguardó casi sin respirar. Pocos segundos después, escuchó el fuerte aleteo que se aproximaba. Una enorme sombra lo cubrió y finalmente se posó cerca de él, dándole la espalda.
Pepito no lo podía creer, jamás había visto un ave de ese tamaño. En silencio la observó detenidamente. Notó que sus movimientos no eran naturales, daba la impresión de ser mecánica. Cuando estuvo seguro de eso, saltó sobre ella y se aseguró su cuerda a su cuello del águila; el ave no notó el peso de Pepito. Pocos minutos después cobró vida y emprendió el vuelo alcanzando gran altura rápidamente y luego en picada a gran velocidad se dirigió hacia la Mansión Gris.
Pepito aferrado a la cuerda, pensaba en Pelota y Pelotilla que quedaban atrás, y por ello les dejó una señal; pues la oportunidad de apresurar la llegada a la mansión resultó ser única.
Pelota y Pelotilla, apenas llegaban al sitio donde Pepito se había encontrado con el ave mecánica. El calor del sol se sentía con más rigor.
Pelotilla se agachó para amarrar su bota y fue entonces cuando vio la pluma que Pepito había dejado.
—Mira Pelota, ¡Pepito estuvo aquí!
—¿Si?
—¡Mira esto!
—¿Una pluma?
—¡Si, la que encontró Kyoto!
—Mira, allá se ve la Mansión Gris y aquella que vuela al fondo, podría ser una de las enormes aves mecánicas, que se dirige a la Mansión.
—Si, la veo… espera. ¿No ves un reflejo como de espejo sobre el lomo del ave?
—Tienes razón, ese debe ser Pepito, que va sobre esa ave.
—Lo pensé, pero me era difícil creerlo.
—Lo confirmaremos, si no encontramos más huellas de Pepito, de aquí en adelante.
—Bien, mientras él vuela, nosotros caminamos. Así es la vida, dijo Pelota.
—Ni modo y apresuremos el paso, que él esta por llegar y a nosotros nos falta varias horas.
Recorridos unos doscientos metros, ambos notaron que no había más huellas de Pepito, lo que confirmaba que él volaba, mientras ellos debían caminar.
En presencia de Grifo
Pepito llegó rápidamente a la planta baja. Abrió la puerta a su paso y cruzó el pasillo hasta llegar ante una amplia puerta. Corrió y sin detenerse, entró en lo que parecía un estudio. Jadeando, se detuvo un instante y observó las columnas con afiladas espinas, pinturas y decoraciones escalofriantes. Decidió ocultarse, no tenía tiempo para más.
Las largas cortinas que llegaban hasta el piso, le daban la cobertura necesaria por el momento. En su escondite esperó y más tarde… escuchó pasos a sus espaldas y contuvo la respiración.
Los guardias que capturaron a Pelota y Pelotilla, se reportaban con Drago y lo acompañaron hasta llegar a la puerta del estudio. Llamaron a la puerta, ésta se abrió y Drago entró solo, cerrándose la puerta tras de él.
En el interior de la habitación, se detuvo frente al escritorio y aguardó.
La pared de piedra crujió, Pepito se ocultaba justo a su lado, ¡era una puerta secreta!, y a través de ella un horripilante personaje hizo su ingreso al estudio.
—¡Me han despertado!, Drago, ¿qué sucede?
Pepito, permanecía inmóvil tras la larga cortina.
—Amo hemos detenido a dos jóvenes en los sótanos, y la alarma de la Torre de las Águilas, nos advierte de otros posibles intrusos.
—¡Por fin han hecho un buen trabajo, han capturaron a alguien! ¿Y los prisioneros?
—Esperan afuera.
Llamaron a la puerta. Está se abrió e ingreso un guardia jadeando.
—Amo: todo está en orden en la Torre de las Águilas.
—Hmmm ¡Drago desconfío de la información, verifícalo personalmente! ¡Y quiero a los prisioneros ante mí ahora!
—De inmediato.
Drago salió de la habitación, acompañado por el otro guardia.
Pepito atrás de las pesadas y largas cortinas apenas se atrevía a echar un vistazo a su alrededor.
Parado frente al enorme escritorio de madera negro, podía ver una figura muy alta y fuerte, que vestía de colores café y marrón. Distinguía Pepito en la frente del misterioso personaje, los que parecían ser cuernos. No podía ver su cara desde su posición; pues se lo impedía la capucha sobre la cabeza que llevaba el extraño personaje. Este se dejó caer sobre la silla y asestó un puñetazo sobre el escritorio. ¡Pon!
—¡Siempre se tienen que complicar las cosas, cuando estamos cerca del sacrificio! Así se lamentaba el extraño personaje a la vez que pedía: ¡Rey del averno!, permíteme eliminar los obstáculos. Sabes que debo cumplir con mi promesa, si deseas que siga sirviéndote y expandiendo el caos en la tierra.
Llamaron a la puerta. Toc, Toc.
—¡Adelante!
A medida que, la puerta se abría, Pepito observó con gran sorpresa que la alta y misteriosa figura, que se encontraba sentada ante el escritorio, se transformaba en una fina y gentil mujer; de igual forma la decoración de la habitación había cambiado.
Cuatro guardias y Drago, rodeaban a Pelota y Pelotilla, cuando entraron al estudio.
Pepito tras la cortina, había podido ver la cara de los guardias, eran de aspecto desagradable, no tenían labios y podían verse sus encías rojas con enormes y afilados dientes; la piel lucía marchita y desgarrada, todo esto, les daba un aspecto fantasmagórico. Lucian como cadáveres en descomposición.
Con las lanzas en sus espaldas, los dos, fueron conducidos frente a la delicada y hermosa mujer que con dulce voz dijo:
—¡Bienvenidos, disculpen la brutalidad de mis guardias, pero ellos solo buscan protegerme! Quítenles las ataduras y la mordaza. ¿Qué podemos hacer por ustedes?
Pelota y Pelotilla estaban con la boca abierta, admirando a la bella mujer y el lujo de la habitación. En ese primer instante, se quedaron sin respuesta.
—¿Qué puedo hacer por ustedes?, dijo de nuevo con dulce voz, la bella mujer.
Pelota sacudió la cabeza antes de hablar.
—Venimos en busca de una amiga.
—¿Buscan a alguien en mi Mansión?
—¡Si!, enormes aves volaron sobre el Valle del Encanto y se robaron a Anabella, nuestra amiga, intervino, Pelotilla.
—Pero que terrible, ¿Quién querría robarse a una pequeña?
—Eso es lo que venimos averiguar, contestó Pelota.
—Creo que han venido al lugar equivocado, asintió la bella dama.
Pelota y Pelotilla se volvieron a ver. Habían visto las enormes aves volar hacia la mansión y a pesar de la belleza que tenían ante sí, algo les decía que no todo estaba bien. Al cruzar sus miradas sabían que estaban en aprietos, pero debían pretender que eran engañados o correrían más peligro.
—Si, creo que esta bella mujer no tiene nada que ocultar, comentó Pelota.
—Es claro, que su gentileza demuestra sinceridad, agregó Pelotilla.
—Ya que han llegado hasta tan lejos, dijo la bella mujer, serán mis huéspedes esta noche. Los invito a participar en las celebraciones de medianoche. Mañana podrán regresar a casa.
—Le estamos muy agradecidos, asintieron en coro Pelota y Pelotilla. Sabían que no tenían alternativa, eran prisioneros.
—Guardias, conduzcan a los jóvenes hacia sus aposentos. Los veré a medianoche, dijo la bella mujer, que se puso de pie y abandonó el estudio. Mientras los guardias, procedían a sacar a empellones a Pelota y Pelotilla.
Al retirarse Grifo y los prisioneros, el estudio se volvió de nuevo tétrico.
Uno de los guardias se quedó atrás, y permaneció curioseando entre los objetos sobre el escritorio. Pepito aprovechó para asestarle un golpe en la cabeza, quitarle la ropa y vestirse para evitar ser reconocido. Luego lo anestesió con una sustancia que contenía un frasco que sacó de la mochila, lo ató y amordazó, colocándolo tras las cortinas. Debía darse prisa y alcanzar al grupo que llevaba a los prisioneros.
Tomó la brújula y al salir del estudio, el ruido de las pisadas de la escolta de Pelota y Pelotilla, le indicó el rumbo a seguir. Siguió por el corredor de la izquierda, rumbo al oeste. Bajó unas gradas, siguió derecho y al fondo pudo ver al grupo que custodiaba a Pelota y Pelotilla. Aceleró el paso y poco a poco se acercó hasta integrarse al grupo, que conducía a los prisioneros.
Los aposentos
Pepito se mantenía ocultando el rostro. Al poco rato luego de subir un centenar de estrechos escalones y pasar por angostos pasillos, el líder del grupo dio tres toques largos y dos cortos a una puerta de madera vieja; al mismo tiempo que Drago ordenaba: —¡Urck, abre la puerta! Ésta se abrió crujiendo segundos después.
El acceso era estrecho, solo podía pasar una persona a la vez; pero su interior era muy amplio y estaba iluminado por antorchas, ya que la luz del día no entraba a pesar de los vitrales.
Pepito fue el último en entrar. Tras él se escuchó el portazo al cerrarse la puerta.
Los recibió Urck, un anciano jorobado, de ropas andrajosas y sucias, de pelo cano, largo y desaliñado. Su aspecto era poco agradable.
—¿Qué traéis?, interrogó Urck.
—Dos prisioneros, capturados en el sótano de la Mansión y que debes preparar para la celebración de esta noche.
—Hmmm… ¡Arreglos a última hora, esto no me agrada!
—Viejo inmundo, dijo, siempre discutes las órdenes del amo y al final no te queda más que cumplirlas o morir. ¡Esta medianoche debe estar listo todo!; ¡Métanlos en la celda!, mandó Drago, a los guardias.
—¿Celda?, interrogó Pelota, ¡Ella ordenó que nos llevaran a nuestros aposentos!
—¡Calla iluso, esta es tu última morada!, dijo Drago riendo a carcajadas ¡Ja, Ja, Ja!
A empellones, llevaron a Pelota y Pelotilla a la celda que permanecía abierta, una vez adentro, fue cerrada violentamente. Junto a su celda había otra, en la que percibieron sollozos.
Pepito había aprovechado esta pequeña confusión para apartarse del grupo y esconderse detrás de una vieja y polvorienta mesa. Desde ahí había visto a Urck, el carcelero, cerrar con llave la celda y luego colgarla en un corroído garfio incrustado en la húmeda pared.
Pelota asomándose por los barrotes de la celda logró ver a Pepito y se fingió abatido y aterrorizado, lo que desató la burla de los guardias, quiénes rápidamente salieron uno a uno de la habitación.
Pepito escondido entre vasijas y cajas viejas, agazapado, esperó y cuando la calma volvió al lugar pudo afinar su oído, para tratar de ubicar la posición del viejo Urck. Luego detectó que había otro prisionero en la celda contigua. Podía escuchar al viejo Urck cantando penosas canciones, que describían sacrificios anteriores mientras afilaba instrumentos semejantes a hachas.
La Fuga
Pepito tomó la cerbatana y un dardo de su equipo, apuntó al cuello del viejo Urck y sopló. El viejo sintió un piquetazo, se llevó la mano al cuello, tomó con sus dedos el dardo y cayó al sucio piso totalmente dormido. Rápidamente Pepito procedió a atarlo, y ubicó a Anabella, quien se encontraba en la celda al lado de la de Pelota y Pelotilla. Todos fueron liberados, al salir tomaron sus mochilas que habían dejado abandonadas por sus captores en el piso. Juntos se dispusieron a abandonar el recinto.
En el interior de la Mansión Gris era imposible saber si era de noche o de día y el tiempo parecía ir muy de prisa.
Por la brújula, Pepito sabía su exacta ubicación y la dirección que debían tomar para llegar a la Torre de las Águilas.
No podían transitar libremente dentro de la mansión por lo que buscaron la primera ventana para salir. Debían mantenerse alejados de la vista de sus captores lo más posible, si querían tener una oportunidad de escapar.
Desde la ventana y mientras los otros esperaban, Pepito observó con atención la pared rocosa de la Torre Oeste. El cielo estaba estrellado; tomó de su mochila lo que parecían unas ventosas. Se las colocó en manos y pies y como araña se dispuso a escalar la pared hasta un saliente, en donde pudo asegurar su lazo magnético y pasarlo a sus compañeros.
Desde este punto, Pepito y sus amigos ensamblaron con diferentes piezas que tomaron de su mochila, una escalera delgada con un garfio retráctil, el que lanzo hasta lo alto de la torre.
Anabella siguió a Pepito luego de recibir instrucciones de Pelota, quien había le colocó un arnés de seguridad en la cintura. Pepito la esperó y le ayudó a subir hasta la terraza. Pelota y Pelotilla venían tras ellos.
De lo más alto de la Torre Oeste, debían cruzar a la del Este. Lo hicieron usando un ingenioso equipo contenido en sus mochilas. Boca abajo se transportaron lentamente sobre un sistema de cuerdas, lenta y peligrosa fue la ruta; pero por fin llegaban a su destino. La Torre de las Águilas estaba a la vista, debían llegar a ella para volar y escapar.
Pepito les indicó que permanecieran en el borde de la torre; pues había detectado los censores en el piso que podían delatar su presencia.
La Torre de las Águilas, a pesar de su altura, debido al terreno estaba más baja que la del Este. Pepito, Pelota y Pelotilla de sus mochilas sacaron paquetes, que al extenderlo se convirtieron en planeadores de ala delta. Anabella se aseguró con Pepito, y cuando todos estuvieron listos, saltaron al vacío. Planearon hasta alcanzar el borde de la Torre de las Águilas.
Sólo volando en una de las águilas mecánicas sería posible escapar, pues por el bosque a pie, no tendrían la menor oportunidad. Pepito que había ingresado por esa torre anteriormente, debía hacerlo de nuevo. Creía haber identificado el cuarto de seguridad y en el debía encontrar los controles para manejar las aves mecánicas. Tenía que apoderarse de uno y destruir el resto, para evitar ser perseguidos.
Su fuga aún no había sido detectada. El somnífero suministrado al guardia en el estudio, y a Urck el carcelero, aún hacían su efecto.
En lo profundo de la Mansión Gris del Valle Abandonado, Grifo se despertaba; eran pasadas las once de la noche. Debía verificar los preparativos finales del sacrificio de medianoche…
Pepito entró en la torre y bajó sin hacer ruido por las escaleras, llegó sin problemas a la puerta del cuarto de los guardias, que estaba medio abierta y un guardia dormitaba en su interior, podía escuchar sus ronquidos. Luego de localizar los controles con los que se dirigen las aves gigantes entró; con un dardo aplicó el potente somnífero al guardia. Tomó el control remoto que necesitaba y roció con un atomizador los demás, segundos después todos se derretían.
Salió de la habitación. Corrió escaleras arriba y al llegar a la ventana escuchó gritos abajo
Me han descubierto, pensó.
La oscuridad de la noche aún les favorecía, pero se acercaba el día lo que haría más peligrosa la huida.
Pepito llegó a la terraza y entregó el control a Pelotilla, quien después de unos minutos logra activarlo e identificar el águila que les llevaría a casa. Mientras tanto Pelota había colocado transformadores de energía en el resto de las aves; los que al intentar activarlas quemarían los sistemas eléctricos.
Todos se dirigieron al ave robot que se movió, subieron sobre su lomo, y se dispusieron a alzar el vuelo.
Urck había hecho sonar la alarma y Drago quién dirige la búsqueda hacia la cárcel de la Torre Oeste; se entera de la destrucción de los controles de las águilas y ordena cambiar el rumbo hacia la de las Águilas.
Drago irrumpe en la terraza, en el instante en que los prisioneros alzaban el vuelo; éste corre y sin pensarlo salta sobre el águila, casi atrapándola en su intento; pero al no lograrlo cae al vacío desde gran altura.
Grifo se estremece al sentir que Drago ha desaparecido, y se ve obligado a tomar parte en la persecución de sus prisioneros. El plazo para la continuidad de su vida eterna y el mantener el régimen de terror, llegarían a su fin, si la prisionera no es ejecutada.
En el techo de la Torre Central, Grifo tenía un Águila mecánica oculta, que Pepito y sus amigos no detectaron.
Grifo subió al águila y remontó el vuelo. En ese mismo instante, trataban de activar las águilas manualmente, lo que desató una carga de alto voltaje que derritió las conexiones eléctricas de todas las aves inutilizándolas por completo. El fuego en la torre, la hacía ver como un faro iluminado.
La Batalla Final
La furia del mal era lanzada contra Pepito, Pelota, Pelotilla y Anabella. Grifo no dejaría escapar la oportunidad de alcanzar la vida eterna.
Se aproximaba el amanecer cuando finalmente Grifo divisa al águila en que vuelan sus víctimas y lanza el primer ataque desde las alturas.
Pelota descubre el ataque y da la voz de alarma, disponiéndose todos para el combate.
Definitivamente, el vuelo del águila de los fugitivos, era más lento, pues carga con cuatro personas.
El ataque de Grifo hace daño en una de las alas del ave que transporta a Pepito y sus amigos; pero estos habían respondido lanzando con sus hondas, bolas de acero y fuego. Una bola de acero lanzada por Pelota impactó en la cabeza del águila de Grifo, la cual mostró un errático vuelo al momento de tomar altura y preparar el próximo ataque.
—¡Tenemos problemas, dijo Pelotilla, no puedo mantener la estabilidad, parece que está seriamente averiada y perdemos altura!
Grifo se disponía a dar el golpe final, debía darse prisa, la captura y sacrificio de Anabella debía ser antes de la salida del sol. Ahora le resultaba difícil controlar el vuelo de su robot, después del impacto sufrido.
Cuando se lanzó sobre sus víctimas, Pepito tomó de su mochila la única bola de humo; giró su honda y cuando pudo ver la furiosa faz de Grifo, realizó el lanzamiento. La bola de humo se estrelló en la cabeza del ave dejándolo sin visibilidad; esto le obligó a realizar un viraje extremo para evitar la colisión, que lo hizo enfilar hacia el Este.
Esto resultó fatal para Grifo, el sol del amanecer iluminó su cara y sólo se escuchó un horripilante grito. La luz del sol lo hizo explotar en mil pedazos, desapareciendo en el espacio. Anabella, Pepito, Pelota y Pelotilla, se cubrieron el rostro ante la terrible explosión.
Epílogo
El águila que transporta a los amigos, perdía cada vez más altura y Pelotilla, que piloteaba no podía hacer más que buscar un buen lugar para estrellarse. El daño en el ala ya no le permitía maniobrar; escogió una alta y espesa arboleda donde se estrellaron. Todos quedaron atrapados en lo alto de los árboles, en medio del denso follaje.
Pepito sostenía con su mano izquierda a Anabella, Pelota y Pelotilla estaban todos enredados entre ramas y bejucos.
—¿Están bien?, preguntó Pepito.
—¡Estamos vivos!, que es diferente, contestaron en coro Pelota y Pelotilla
—¿Y Anabella?, interrogó Pelota.
—Está conmigo, respondió Pepito.
—¡Silencio!, dijo Pelotilla.
Todos quedaron inmóviles, colgando de los árboles.
Se escucharon voces, al pie de los árboles. La tensión volvió por un momento.
—¡Son mis padres!, gritó Anabella, al reconocer la voz de su mamá. En efecto, un grupo de habitantes del Valle del Encanto venían en su búsqueda.
—¡Aquí!, ¡Aquí!, gritaba Anabella desde lo alto de los árboles.
Poco tiempo después todos caminaban sonrientes y cantando, rumbo a casa. Pepito, Pelota y Pelotilla, se sentían satisfechos, habían cumplido su misión.
En el Valle del Encanto: Kyoto había sido sacudida por buenas vibraciones. Estaba segura de que todo había salido bien.
FIN
Como los niños interpretan y visualizan Las Aventuras de Pepito, Pelota y Pelotilla.
Recibí de Marcela Fahsen Panamá, mi nieta, una gran sorpresa pues a sus 7 años con dibujos interpretó la historia y sus personajes de esta manera.
De izquierda a derecha: Pepito, Pelota y Pelotilla.
Ya está a la venta el nuevo cuento.
Aventura en El Valle de los Elefantes.
Conocerás sobre las leyendas de los abuelos Mayas, quienes se refieren al número 13 como el número de la buena suerte. Y sobre la leyenda de las 13 Calaveras de Cristal. La que relata que cuando las 13 estén juntas, habrá paz y armonía en la tierra. Varias calaveras han sido encontradas en ruinas de templos y pirámides de México y Guatemala. Tristemente hemos permitido que esta herencia se haya llevado lejos, a diferentes museos del mundo.
En nuestra Aventura en El Valle de los Elefantes, una de ellas: la Calavera Negra es robada de un museo en Inglaterra, en el viejo continente, por la Secta de la Calavera Negra, que planean usarla para esclavizar niños.
Para el rescate debe contarse con la ayuda de quien posee la Calavera de Cristal y Pepito, Pelota y Pelotilla no lo saben…
Créditos
Portada e ilustraciones EL ALEPH http://www.elalephart.com
Revisión Ortográfica: profesor. Jesús Rosales.
Primera revisión de Lectura Infantil: María Fernanda, Daniela Eugenia y Andrea Rebecca Panamá Fernández.
Diseño y diagramación: Kenny Girón y Mariana Rivas
Visitamos
https://www.smashwords.com/books/byseries/26584
Sobre el autor
David Panamá, Diplomático, Escritor, padre de cinco hijas, a quienes durante su niñez relataba las aventuras de tres amigos, Pepito, Pelota y Pelotilla, quienes siempre juntos enfrentan toda clase de riesgos, para rescatar a aquellas personas que corrieran algún tipo de peligro.
La improvisación de los relatos ha sido su característica, está se daba durante viajes en auto o antes de ir a la cama, motivo por lo cual muchas veces innovaba finales o quedaban en suspenso las aventuras, pues llegaban al destino o se quedaban dormidas.
En la actualidad desea que así como sus nietos disfrutan de estos los relatos, lo puedan hacer los niños alrededor del mundo.
Published: Jun 9, 2017
Latest Revision: Jun 10, 2017
Ourboox Unique Identifier: OB-337835
Copyright © 2017
Buen día. Agradeceré revisen la configuración y enlaces de mis obras (2), pues una no se abre y la otra en mi WEB. http://www.ernestopanama.com, en la que escribo el comentario corre a la inversa izquierda a derecha. Gracias.