El gato con botas

Eráse una vez un molinero muy alto , sincero y muy divertido llamado Hans, que cuando murió,  le dio a su hijo mayor en herencia el molino; al mediano, un buen y cuidado burro y al más pequeño le dio un indefenso y pobre gato. El hermano pequeño le miró con mala cara y le dijo:

-Eres solo un pobre gato indefenso y no me sirves para nada, entonces el gato, con mala cara, también contestó:

-Si eso crees, amo, dame unas botas. Entonces el hermano se las dio y el gato empezó a andar hasta perderse.

Otro día  el gato se encontró en un frondoso y oscuro bosque y vio que había muchas perdices y a la vez un montón de blancos y preciosos conejos. Al verlos, el gato pensó: “Si le hago pensar al rey que esto se lo ha enviado un Marqués, lo aceptaría con mucho honor”. En ese momento se dio cuenta de que tenía que volver con su amo, para contarle la maravillosa idea que se le acababa de ocurrir.

Al día siguiente el gato con botas le dijo a su amo que ahora se llamaría Marqués de Carabás porque así tendría mucha fortuna y se podría casar con la hermosa princesa, hija del rey. El amo dijo:

-Acepto-. Y con buen humor se disfrazó.

El gato se enteró de que ese mismo día el rey y la princesa iban a salir a dar un paseo y le dijo el gato con botas a su amo:

-Métete en ese estanque-. Y lo hizo.

Cuando el gato vio que el rey y la princesa se acercaban, empezó a gritar:

-¡¡¡El Marqués de Carabás está en apuros!!!

El rey fue corriendo a ver qué le pasaba. Pero el gato le dijo:

-No, no lo saquéis.

El rey, asombrado, preguntó:

-¿Por qué?

-Porque unos ladrones  le quitaron la ropa- respondió el gato.

Así que el rey les dijo  a sus guardias:

-¡Dadle el mejor traje que tengamos y se lo ponéis inmediatamente!

Una vez vestido con sus nuevas ropas, la princesa se quedó asombrada al ver al Marqués de Carabás y el rey, como vio que le gustaba, le dijo:

-¿Te apetece venir con nosotros?

El Marqués, amablemente, contestó:

-Vale, muchas gracias.

Siguieron su ruta, pero antes de que llegaran a su siguiente parada, el gato fue más rápido y cuando llegó a unos campos les dijo a los labradores:

-Decid que estos campos pertenecen al Marqués de Carabás-. Y efectivamente lo hicieron. Al cabo de un rato llegó el rey y les preguntó:

-¿De quién son estos preciosos campos?

Y contestaron:

-Son del Marqués de Carabás.

El rey, asombrado, miró al Marqués y sonrió. Siguieron su camino por el pueblo y el gato llegó a un precioso castillo que pertenecía a un ogro muy grande y alto y al que el gato, muy listo, le retó:

-¿A que no te puedes convertir en un ratón?

Y le respondió el ogro:

-¡Jo que no, ya verás!-, y se transformó en un pequeño ratón. Pero el gato fue más listo que el ogro y antes de que volviera a su tamaño normal, se lo comió. Desde ese momento, el castillo ya pertenecía al Marqués de Carabás.

Cuando llegó el rey, se quedó maravillado con tanto lujo delante y pensó:

-Este es el candidato perfecto para casarse con mi hija.

Al final, el Marqués de Carabás se casó con la princesa y tuvieron un precioso y sonriente hijo de ojos verdes. El Marqués le pidió a la princesa si se podría llamar Hans para recordar a su maravilloso padre que le había dado la mejor vida solo por un gato.

El Marqués le enseñó a su hijo la ruta que le hizo su gato. Este, se quedó algunos años hasta que conoció a una maravillosa gata y al final de los finales, el gato, la gata y el Marqués con toda su familia tuvieron infinitos dulces sueños.